Las elecciones presidenciales del 2007 prometen ser interesantes. Pero creo que su resultado está cantado: el kirchnerismo probablemente seguirá en el poder, ya sea con el presidente Kirchner o con su esposa. ¿Por qué? En primer lugar, por el motivo más obvio: tanto Néstor como Cristina Kirchner miden muy bien en las encuestas y si las elecciones fueran mañana, ganarían en la primera vuelta (aunque la victoria de Cristina sería menos espectacular que la del presidente).
Pero también hay otro motivo por el cual los Kirchner seguirán gobernando la Argentina por 4 años más: la oposición ha cometido graves errores estratégicos. Elisa Carrió, por negarse a formar alianzas con líderes y espacios políticos que no sean 100% impolutos a sus ojos: los “radicales R” que no apoyan ni a Lavagna ni a los Kirchner y que responden a Margarita Stolbizer, los socialistas porteños y santafecinos, y posiblemente Ricardo López Murphy (de él hablaré más tarde). Lavagna, al principio, parecía tener una estrategia muy inteligente: atacar al gobierno en sus francos más débiles y hacer alianzas con un criterio menos selectivo que Carrió; este criterio incluía al duhaldismo, a los radicales antikirchneristas y a Mauricio Macri. Con un poco de buena voluntad, hubiesen podido formar un frente poderoso capaz de ganar o de hacer una buena elección.
Pero todo se pudrió. Lavagna actuó con mucha altanería en sus negociaciones con Macri (lanzando una lista de propuestas públicamente y condicionando cualquier acuerdo a la aceptación de esas propuestas), y Macri cometió el error de congelar las negociaciones en ese punto y empezar a criticar a Lavagna. En rigor, si estuviera en el lugar de Macri, yo hubiese resignado mi candidatura presidencial a favor de Lavagna y me hubiera candidateado en la Ciudad de Buenos Aires, repitiendo hasta cierto punto la estrategia del 2005.
¿Qué estrategia? Mandar a un aliado al que querés neutralizar a luchar en la primera línea del ejército, donde es más probable que reciba los disparos. Eso hizo con López Murphy en el 2005: él quería una alianza que significara fagocitar al lopezmurphismo, no que significara compartir el liderazgo del PRO con López Murphy. Entonces mandó a Murphy a competir en las elecciones bonaerenses contra las poderosísimas candidaturas de Cristina Kirchner y Chiche Duhalde. Hizo una campaña enérgica, pero terminó perdiendo. Y desde entonces, si bien él y sus partidarios pertenecen al PRO, Murphy tiene poco peso en la toma de decisiones. Me atrevería a decir que Macri no lo consultaba siquiera sobre qué corbata ponerse en las reuniones con los hombres de Lavagna. Y también me atrevería a decir que si Murphy decidiera irse del PRO y unirse a los arios (del ARI), se iría solo. Sus partidarios se blanquearían como macristas.
Macri podría hacer lo mismo con otros dos aliados potenciales molestos, Blumberg y Lavagna; sobre todo el segundo. Mandar a Lavagna a competir por la presidencia -donde probablemente perdería y quedaría “quemado” políticamente-, a Blumberg a competir por la gobernación bonaerense -donde creo que al menos tendría dificultades para vencer a Scioli- y competir él mismo por la jefatura de Gobierno porteña, en un territorio en que ya fue candidato en el 2003 y en el 2005, teniendo una buena performance, y donde podría ganar o conseguir un porcentaje de votos respetable. Blumberg y Lavagna quedarían arruinados de perder en estas primeras elecciones suyas. Y sus partidarios se encolumnarían detrás de Macri, que -de no surgir otro líder- podría tener su oportunidad en el 2011 o 2015.
Pero también hay otro motivo por el cual los Kirchner seguirán gobernando la Argentina por 4 años más: la oposición ha cometido graves errores estratégicos. Elisa Carrió, por negarse a formar alianzas con líderes y espacios políticos que no sean 100% impolutos a sus ojos: los “radicales R” que no apoyan ni a Lavagna ni a los Kirchner y que responden a Margarita Stolbizer, los socialistas porteños y santafecinos, y posiblemente Ricardo López Murphy (de él hablaré más tarde). Lavagna, al principio, parecía tener una estrategia muy inteligente: atacar al gobierno en sus francos más débiles y hacer alianzas con un criterio menos selectivo que Carrió; este criterio incluía al duhaldismo, a los radicales antikirchneristas y a Mauricio Macri. Con un poco de buena voluntad, hubiesen podido formar un frente poderoso capaz de ganar o de hacer una buena elección.
Pero todo se pudrió. Lavagna actuó con mucha altanería en sus negociaciones con Macri (lanzando una lista de propuestas públicamente y condicionando cualquier acuerdo a la aceptación de esas propuestas), y Macri cometió el error de congelar las negociaciones en ese punto y empezar a criticar a Lavagna. En rigor, si estuviera en el lugar de Macri, yo hubiese resignado mi candidatura presidencial a favor de Lavagna y me hubiera candidateado en la Ciudad de Buenos Aires, repitiendo hasta cierto punto la estrategia del 2005.
¿Qué estrategia? Mandar a un aliado al que querés neutralizar a luchar en la primera línea del ejército, donde es más probable que reciba los disparos. Eso hizo con López Murphy en el 2005: él quería una alianza que significara fagocitar al lopezmurphismo, no que significara compartir el liderazgo del PRO con López Murphy. Entonces mandó a Murphy a competir en las elecciones bonaerenses contra las poderosísimas candidaturas de Cristina Kirchner y Chiche Duhalde. Hizo una campaña enérgica, pero terminó perdiendo. Y desde entonces, si bien él y sus partidarios pertenecen al PRO, Murphy tiene poco peso en la toma de decisiones. Me atrevería a decir que Macri no lo consultaba siquiera sobre qué corbata ponerse en las reuniones con los hombres de Lavagna. Y también me atrevería a decir que si Murphy decidiera irse del PRO y unirse a los arios (del ARI), se iría solo. Sus partidarios se blanquearían como macristas.
Macri podría hacer lo mismo con otros dos aliados potenciales molestos, Blumberg y Lavagna; sobre todo el segundo. Mandar a Lavagna a competir por la presidencia -donde probablemente perdería y quedaría “quemado” políticamente-, a Blumberg a competir por la gobernación bonaerense -donde creo que al menos tendría dificultades para vencer a Scioli- y competir él mismo por la jefatura de Gobierno porteña, en un territorio en que ya fue candidato en el 2003 y en el 2005, teniendo una buena performance, y donde podría ganar o conseguir un porcentaje de votos respetable. Blumberg y Lavagna quedarían arruinados de perder en estas primeras elecciones suyas. Y sus partidarios se encolumnarían detrás de Macri, que -de no surgir otro líder- podría tener su oportunidad en el 2011 o 2015.
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