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martes, 30 de enero de 2007

Agamenón

La historia de la guerra de Troya ha fascinado a generaciones y generaciones a lo largo de los siglos. Y uno de los personajes centrales de esa historia tan dramática es Agamenón, rey de reyes.
Agamenón es un personaje que puede o no haber existido. Sin duda hubo una confederación de ciudades-Estado griegas que enfrentó a Troya. Seguramente Micenas, el reino de Agamenón, estaba entre ellas. Y es posible que Micenas haya de hecho liderado la coalición contra Troya. Pero no se sabe nada a ciencia cierta de su rey. Ni siquiera creo que los historiadores sepan si Micenas en ese entonces estaba regida por una monarquía.
Así que hay que tener en cuenta esto: el Agamenón del que voy a escribir ahora es puramente mitológico.
Tengan en cuenta otra cosa: la versión de la historia de la guerra de Troya que van a leer es, me enorgullece decirlo, totalmente opuesta a la de la película Troya, esa basura protagonizada por un ejército de actores famosos que nos mandaron los guionistas de Hollywood.
Agamenón era rey de Micenas y desde esa posición se había convertido en el líder de los reyes de Grecia. El poderío de Agamenón y de Micenas se basaba en una alianza con Esparta, alianza que no sólo era política sino tambien familiar. Agamenón estaba casado con Clitemnestra, la hija del rey Tíndaro de Esparta. Y su hermano Menelao estaba casado con la famosísima Helena, otra hija de Tíndaro. Cuando Tíndaro murió, Menelao y Helena se convirtieron el rey y reina de Esparta.
Clitemnestra y Agamenón tenían dos hijas, Ifigenia y Electra, y un hijo, Orestes. La historia de tragedias en esa familia comienza cuando Helena, por voluntad propia o ajena, fue llevada a Troya por el príncipe Paris, hijo del rey troyano Príamo.
Menelao exigió a Agamenón que lo ayudara a recuperar a su mujer. Agamenón aceptó ayudarlo, no porque le importase mucho la situación del cornudo de su hermano o de su poco confiable cuñada, sino porque hacía tiempo que tenía a Troya entre ceja y ceja. La ciudad estaba situada en un punto estratégico que le permitía controlar el comercio que entraba o salía del Mar Negro, un negocio realmente suculento. Agamenón y sus amiguetes, los reyes griegos, querían apoderarse del comercio con las naciones del Mar Negro.
Así que, con la excusa de vengar el “rapto” de Helena, Agamenón y sus aliados (entre los que estaban los famosos Ulises y Aquiles) declararon la guerra a Troya. Agamenón recibió el título de “rey de reyes” porque estaba al mando de un ejército de reyes.
Los mitos cuentan que la flota de Agamenón y los suyos estaba estacionada en Áulide, pero que no podía zarpar hacia Troya por una tormenta persistente. Agamenón consultó a los sacerdotes, que le dijeron que su flota no podría salir de Áulide por voluntad de la diosa Diana. Ella exigía que Agamenón sacrificase a su hija Ifigenia para permitir la partida de los barcos.
Con mucho dolor y presionado por sus aliados, Agamenón mandó a buscar a Ifigenia a Micenas y apenas llegó a Áulide, la sacrificó a Diana. Clitemnestra no supo nada acerca de los planes de su marido hasta que fue demasiado tarde. Agamenón temía la reacción de su esposa, que era una mujer muy enérgica, así que mandó a su primo Egisto a Micenas para que la vigilase.
Agamenón y su ejército pudieron zarpar a Troya. La guerra contra esa ciudad supuestamente duró 10 años. Todos saben como cayó finalmente la ciudad: el ingenioso Odiseo hizo que los griegos abandonaran el campamento dejando un caballo de madera lleno de soldados, junto con un mensaje en el que decían que si los troyanos lograban introducir el caballo en su ciudad, serían favorecidos por los dioses. Príamo, el rey de Troya, hizo traer el caballo dentro de los muros de la ciudad. Por la noche, mientras todos los troyanos se emborrachaban para celebrar el fin de la guerra, los soldados salieron del interior del caballo y abrieron las puertas de la ciudad. El ejército de Agamenón entró y masacraron a todos los troyanos.
Agamenón tomó como concubina a la princesa Casandra, hija de Príamo. Ella tenía el don de la profecía, pero había recibido una maldición: profetizaría siempre la verdad, pero nadie le creería. Después de quedarse con ella y con un cuantioso tesoro gracias al saqueo, Agamenón regresó a Micenas. Casandra le había dicho que si regresaba a su país, moriría, pero Agamenón no le creyó. El motivo del esceptiscismo de Agamenón era bastante comprensible: un adivino le había dicho que no moriría ni en su palacio ni fuera de él, ni en la tierra ni en el agua, ni vestido ni desnudo y ni comiendo ni en ayunas.
La profecía de Casandra terminó por cumplirse. Egisto se había convertido en amante de Clitemnestra y ambos gobernaban Micenas a piacere. No les hizo mucha gracia saber que Agamenón estaba de vuelta, en parte porque eso significaba que no podrían continuar ni con su gobierno ni con su relación amorosa, y en parte porque Clitemnestra odiaba a su marido por haber matado a Ifigenia. Así que decidieron librarse de él. Clitemnestra recibió a Agamenón con aparentes muestras de alegría, le preparó un baño caliente y le llevó un plato de frutas para que comiera. El rey se metió al agua y se estaba llevando una manzana a la boca cuando su esposa le tiró encima una red, dejándolo inmovilizado, y le partió la cabeza con un hacha. Luego tambien mató a Casandra. Así también se cumplió el vaticinio anterior: el baño donde mataron a Agamenón estaba separado del palacio, pero estaba en sus terrenos; Agamenón estaba en el agua, pero tenía un pie fuera de la bañera, apoyado en el suelo; el rey estaba desnudo, pero la red arrojada por su esposa lo cubría; y como estaba a punto de comer, puede decirse que no estaba ni comiendo ni en ayunas.
Electra, la hija de Agamenón, horrorizada por el crimen, envió a su hermanito Orestes fuera de Micenas, pues temía -con mucha razón- por su vida. Años después, cuando Orestes creció, regresó a Micenas y mató a su madre y a Egisto. Pero al convertirse en matricida había ofendido a los dioses, que enviaron a las Furias a atormentarlo. Orestes se volvió loco.
Así concluye la trágica historia de Agamenón. Es curioso que Helena y Menelao, los responsables de la guerra, no hayan tenido un final trágico como Agamenón y otros participantes del conflicto. Después de la caída de Troya, Menelao volvió a tomar como esposa a Helena. Trataron de volver a Esparta, pero una tempestad los dejó en Egipto, donde se quedaron durante varios años. Finalmente pudieron volver a su reino, donde vivieron felices por el resto de sus vidas.

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