Después de la guerra de las Galias, César se vio inmerso en una guerra civil con su ex yerno Gneo Pompeyo Magno. Lo derrotó en Farsalia, Grecia, y lo obligó a huir a Egipto, donde fue asesinado. Después de vencer en África y España a los últimos partidarios de Pompeyo, regresó a Roma como dictador. Pero había un grupo de nobles que planeaban su muerte. Casi todos habían apoyado a Pompeyo durante la guerra civil y habían sido perdonados por César.
La conjura estaba encabezada por Marco Junio Bruto, por su cuñado Cayo Casio y por su primo Décimo Bruto. Bruto es un personaje tan polémico como el propio César. Era hijo de Servilia, una de las amantes del dictador, pero su tío y tutor había sido Catón el Joven, el peor enemigo de César tanto antes como durante la guerra civil. Su odio hacia César lo llevó a apoyar a Pompeyo y a suicidarse tras la derrota para no caer en sus manos, pese a que César le había prometido perdonarle la vida. Bruto también se puso de parte de Pompeyo, pero decidió entregarse a César, que lo recibió con los brazos abiertos.
Se dice que tras la batalla de Farsalia, César, que sabía que Bruto había luchado en el ejército vencido, había recorrido el campo mirando uno por uno los cadáveres de los soldados, temiendo que uno de ellos fuera el del hijo de su querida Servilia. César incorporó a Bruto a su estado mayor y luego le dio importantes cargos públicos.
¿Por qué César sentía tanto cariño por el hombre que no sólo lo había combatido en el campo de batalla, sino que posteriormente sería uno de sus asesinos? Se cree que Bruto era en realidad hijo natural del dictador. Según Plutarco, cuando Bruto nació, su madre y César estaban en la mejor época de su romance. Yo tengo mis dudas, pero es indudable que César debió querer mucho a Bruto para perdonarle la vida y hacerle tantos favores.
Bruto fue convencido por su cuñado Casio de asesinar a César. Casio logró hacerle creer que César deseaba convertirse en rey de Roma, cosa que un republicano como Bruto no podía permitir. Lo cierto es que Bruto y sus cómplices no eran los únicos que creían que César quería ser rey. Su relación con la famosa reina Cleopatra de Egipto (él la trataba casi como a una segunda esposa ¿y quien es el esposo de una reina sino un rey?) y sus planes para invadir Partia le daban cierto crédito al rumor. Porque una profecía afirmaba que Partia sólo podía ser conquistada por un rey. Y durante un festival Marco Antonio, uno de los partidarios de César, le ofreció en nombre del pueblo romano una corona. César la rechazó. Antonio volvió a ofrecérsela otras dos veces y César la rechazó dos veces, pero cada vez con menos firmeza. El día en que mataron a César, el Senado iba a llevar a cabo una sesión durante la cual se rumoreaba que le ofrecerían la monarquía a César con el pretexto de cumplir con la profecía sobre la conquista de Partia.
Además, en Bruto influyeron sus antepasados. Por línea paterna (si es que era hijo del primer marido de Servilia y no de César), Bruto era descendiente de Lucio Bruto, quien siglos atrás había destronado al rey Tarquinio el Soberbio y establecido la República. Los hijos de Lucio Bruto conspiraron para reponerlo en el trono, pero su padre los descubrió y ejecutó. Era natural que Marco Bruto quisiera emular a Lucio y matar a quien veía como tan tiránico como Tarquinio el Soberbio. Además, a través de Servilia, Bruto descendía de Cayo Servilio Ahala, quien había abortado el intento del millonario Spurio Melio de convertirse en rey con el apoyo del populacho. Esto sumado a la prédica de Casio y a los rumores sobre las ambiciones de César convencieron a Bruto de ponerse al frente de la conspiración.
Hubo muchos hechos sobrenaturales en los meses anteriores a la muerte del dictador. Suetonio cuenta que unos meses antes de su muerte, César ordenó establecer una colonia de veteranos cerca de la ciudad italiana de Capua. Para construir sus casas, los colonos utilizaron terrenos de un viejo cementerio, trasladando los restos de las personas enterradas ahí a otra parte. Y entre las tumbas que abrieron estaba la de Capis, el fundador de la ciudad. Allí, los asustados colonos leyeron esta inscripción: “Cuando se desentierren los huesos de Capis, un descendiente de Iulo morirá a manos de sus familiares e Italia expiará su muerte con terribles desastres”. Iulo era el fundador de la familia de los Julios Césares (en latín Iulius -Julio- deriva de Iulus -Iulo), el “familiar” a manos del cual iba a morir César podría ser su presunto hijo natural Marco Bruto y los “terribles desastres” que padeció Italia tras su muerte fueron causados por la guerra civil entre los asesinos de César y sus antiguos partidarios. Un famoso adivino llamado Espúrina le advirtió a César que tuviese cuidado con los idus de marzo. Los idus eran los días 14 y 15 de cada mes, en el calendario romano. La esposa de César, Calpurnia, soñó la noche del 14 que César era apuñalado en sus brazos. Cuando se despertó, le suplicó a César que se quedase en casa ese día. César decidió hacerle caso.
Los conspiradores planeaban acompañar a César al Senado y matarlo antes de entrar al recinto. Enviaron a Décimo Bruto a buscar a César mientras esperaban en la puerta de su casa. Cuando el dictador le dijo a Décimo que no iría al Senado, éste de burló. Como César era un hombre orgulloso, decidió desafiar al sueño de Calpurnia y arriesgarse.
César caminó tranquilamente por las calles de Roma junto a sus fututos asesinos, que charlaban e intercambiaban bromas con él. Mientras pasaban por el Foro, César vio a Espúrina, el que le había advertido sobre su muerte, y se burló de él diciéndole “Los idus han llegado”, a lo que el adivino respondió “Pero todavía no han pasado”.
En la entrada del Senado, uno de los conspiradores, Tulio Cimbro, se acercó a César y le suplicó que perdonase a su hermano, que había sido desterrado. César se negó y siguió caminando, pero Cimbro lo sujetó por la toga.
Entonces los conspiradores se abalanzaron sobre él. Cuando César se dio cuenta de que lo atacaban por todos lados, citando a Suetonio, “se cubrió la cabeza con la toga, mientras que su mano izquierda hacía descender los pliegues hasta la extremidad de las piernas, para caer con más decoro, con el cuerpo cubierto hasta la parte inferior. Así fue atravesado (...) sin lanzar más que un gemido al primer golpe, pero sin proferir palabra alguna. Sin embargo, según algunos, al precipitarse Marco Bruto sobre él, había dicho: '¿Tu también, hijo mío?'”.
Ese “¿tu también, hijo mío?” ha intrigado a muchos historiadores. Podría ser tomado en forma literal, o sea que Bruto era hijo de César, o podría tomarse como el apelativo de “hijo” que muchos hombres adultos usan con los jóvenes. César le llevaba 15 o 16 años a Bruto.
Una vez concluida la faena, los asesinos huyeron a sus casas, dejando el cuerpo de César a los pies de una estatua de Pompeyo Magno durante varias horas, hasta que fue llevado por unos esclavos a su casa. Cuando su médico le hizo la autopsia, contó 23 puñaladas en el cuerpo del dictador. Sólo una era letal.