El incesto siempre ha sido uno de los grandes tabúes del género humano. Las uniones sexuales entre parientes, sin embargo, no son tan poco comunes como se cree. Y no son patrimonio exclusivo de las personas de nivel socioeconómico y educativo bajo.
Los faraones de Egipto practicaban el incesto como política de Estado. Como se consideraba que la sangre de los reyes egipcios era demasiado sagrada como para mezclarla con la de un plebeyo o incluso con la de príncipes y princesas de otras casas reales, los faraones debían contraer matrimonio con sus hermanas, primas, tías o sobrinas. Sólo el matrimonio entre padres e hijos estaba prohibido.
Los faraones de Egipto practicaban el incesto como política de Estado. Como se consideraba que la sangre de los reyes egipcios era demasiado sagrada como para mezclarla con la de un plebeyo o incluso con la de príncipes y princesas de otras casas reales, los faraones debían contraer matrimonio con sus hermanas, primas, tías o sobrinas. Sólo el matrimonio entre padres e hijos estaba prohibido.
Incluso aquellos invasores extranjeros que conquistaron Egipto y se hicieron coronar faraones adoptaron la practica del matrimonio incestuoso. La famosa Cleopatra, por ejemplo (cuya dinastía era originaria de Macedonia), estuvo casada con sus hermanos menores Tolomeo XIII y Tolomeo XIV.
En otros reinos asiáticos, el incesto también se permitía en las familias reales. Herodías (imagen), nieta del rey judío Herodes el Grande, estuvo casada con su tío Herodes Filipo, con quien tuvo una hija (la célebre Salomé), pero se divorció y se casó con otro tío suyo, Herodes Antipas. Ese matrimonio fue muy criticado por Juan el Bautista, no por el incesto que conllevaba, sino por el divorcio de Herodías; porque entre los judíos, el divorcio era un pecado mucho peor que el incesto. Herodes Agripa I, el hermano de Herodías, casó a su hija Berenice con su hermano Herodes Polión. Posteriormente, Berenice abandonó a su esposo-tío y fue por un tiempo amante de su hermano Herodes Agripa II, para luego dejarlo por un amante más poderoso, el emperador Tito. Según algunas fuentes, la vírgen María era sobrina política de José, que había estado casado con una hermana de su madre.
En otros reinos asiáticos, el incesto también se permitía en las familias reales. Herodías (imagen), nieta del rey judío Herodes el Grande, estuvo casada con su tío Herodes Filipo, con quien tuvo una hija (la célebre Salomé), pero se divorció y se casó con otro tío suyo, Herodes Antipas. Ese matrimonio fue muy criticado por Juan el Bautista, no por el incesto que conllevaba, sino por el divorcio de Herodías; porque entre los judíos, el divorcio era un pecado mucho peor que el incesto. Herodes Agripa I, el hermano de Herodías, casó a su hija Berenice con su hermano Herodes Polión. Posteriormente, Berenice abandonó a su esposo-tío y fue por un tiempo amante de su hermano Herodes Agripa II, para luego dejarlo por un amante más poderoso, el emperador Tito. Según algunas fuentes, la vírgen María era sobrina política de José, que había estado casado con una hermana de su madre.
Si bien entre los griegos el incesto no era aceptado, muchos dioses lo practicaban. Zeus (Júpiter para los romanos) se casó con su hermana Hera (Juno) y Hades (Plutón), con su sobrina Perséfone (Proserpina). Afrodita (Venus) estaba casada con su hermano Hefesto (Vulcano), pero lo engañaba continuamente con mortales y con otros dioses, entre ellos sus hermanos Ares (Marte), Apolo y Hermes (Mercurio). Su hijo Eros (Cupido) era, al parecer, producto de la unión incestuosa de Afrodita y su padre Zeus.
Entre los mitos griegos sobre el incesto, el más famoso es el de Edipo. Aquí trascribo el relato de Robert Graves en Los mitos griegos (volumen 2):
Layo, hijo de Lábdaco, se casó con Yocasta y gobernó en Tebas. Afligido por no haber tenido hijos durante largo tiempo, consultó en secreto con el oráculo de Delfos, el cual le informó que esa aparente desgracia era un beneficio, porque cualquier hijo nacido de Yocasta sería su asesino. En consecuencia, repudió a Yocasta, aunque sin darle explicación alguna de su decisión, cosa que la ofendió de tal modo que, después de hacer que se emborrachara, consiguió mañosamente que volviera a sus brazos en cuanto hubo anochecido. Cuando, 9 meses después, Yocasta dio a luz un hijo, Layo lo arrancó de los brazos de la nodriza, le taladró los pies con un clavo, se los ató el uno al otro y lo dejó abandonado en el monte Citerón.
Pero las Parcas habían decidido que ese niño llegara a una vejez lozana. Un pastor corintio lo encontró, lo llamó Edipo porque sus pies estaban deformados por las heridas hechas con el clavo, y lo llevó a Corinto, donde el rey Pólibo reinaba en aquel momento.
Según otra versión de la fábula, Layo no abandonó a Edipo en la montaña, sino que lo encerró en un arca que fue arrojada al mar desde un barco. El arca flotó a la deriva y llegó a la costa de Sición, donde Peribea, la esposa de Pólibo, estaba por casualidad en la playa vigilando a las lavanderas de la casa real. Recogió a Edipo, se retiró a un soto y simuló que sufría los dolores del parto. Como las lavanderas estaban demasiado ocupadas para observar lo que ella hacía, las engañó a todas haciéndoles creer que acababa de dar a luz a aquel niño. Pero Peribea le dijo la verdad a Pólibo, quien, como tampoco tenía hijos, tuvo la satisfacción de criar a Edipo como su hijo propio.Un día, habiéndole vituperado un joven corintio diciéndole que no se parecía lo más mínimo a sus supuestos padres, Edipo fue a preguntar al oráculo de Delfos qué era lo que le reservaba el futuro. "¡Aléjate del altar, desdichado! -le gritó la pitonisa, con repugnancia- ¡Matarás a tu padre y te casarás con tu madre!"
Como Edipo amaba a Pólibo y Peribea y no deseaba causarles un desastre, decidió inmediatamente no volver a Corinto. Pero sucedió que en el estrecho desfiladero entre Delfos y Dáulide se encontró con Layo, quien le ordenó ásperamente que saliese del camino y dejara pasar a sus superiores. Se debe explicar que Layo iba en carro y Edipo a pie. Edipo replicó que no reconocía más superiores que los dioses y sus propios padres.
-¡Tanto peor para ti! -gritó Layo, y ordenó a su cochero, Polifontes, que siguiera adelante. Una de las ruedas magulló el pie de Edipo, quien, impulsado por la ira, mató a Polifontes con la lanza. Luego derribó a Layo, quien cayó al camino enredado en las riendas, fustigó a los caballos e hizo que éstos lo arrastraran y le mataran. El rey de Platea tuvo que enterrar ambos cadáveres.
Layo se estaba dirigiendo al oráculo para preguntarle cómo podía librar a Tebas de la Esfinge. Este monstruo era hija de Tifón y Equidna o, según dicen algunos, del perro Ortro y la Quimera, y había volado a Tebas desde la parte más distante de Etiopía. Se la reconocía fácilmente por su cabeza de mujer, cuerpo de león, cola de serpiente y alas de águila. Hera había enviado recientemente a la Esfinge para castigar la ciudad de Tebas porque Layo había raptado en Pisa al niño Crisipo; habiéndose instalado en el monte Picio, cerca de la ciudad, proponía a cada viajero tebano que pasaba por allí un enigma que le habían enseñado las Tres Musas: "¿Qué ser, con sólo una voz, tiene a veces dos pies, a veces tres, a veces cuatro y es más débil cuantos más pies tiene?" A los que no podían resolver el enigma los estrangulaba y devoraba en el acto, y entre esos infortunados estaba Hemón, el sobrino de Yocasta, a quien la Esfinge hizo haimon, o "sangriento", verdaderamente.
Edipo, quien se acercaba a Tebas inmediatamente después de haber matado a Layo, adivinó la respuesta: "El hombre -contestó-, porque se arrastra a gatas cuando es niño, se mantiene firmemente en sus dos pies en la juventud, y se apoya en un bastón en la vejez." La Esfinge, mortificada, saltó desde el monte Picio y se despedazó en el valle de abajo. En vista de esto los tebanos, agradecidos, aclamaron a Edipo como rey, y se casó con Yocasta, ignorando que era su madre.
Entonces una peste invadió Tebas y cuando se consultó una vez más al oráculo de Delfos, contestó: "¡Expulsad al asesino de Layo!" Edipo, que no sabía con quién se había encontrado en el desfiladero, maldijo al asesino de Layo y lo condenó al destierro.
El ciego Tiresias, el adivino más famoso de Grecia en esa época, pidió a Edipo una audiencia. Algunos dicen que Atenea, quien lo había cegado, porque inadvertidamente la había visto bañándose, atendió a la súplica de su madre y, tomando a la serpiente Erictonio de su égida, le ordenó: "Limpia los oídos de Tiresias con tu lengua para que pueda entender el lenguaje de las aves proféticas."
Otros dicen que en una ocasión, en el monte Cilene, Tiresias había visto a dos serpientes en el acto de acoplarse. Cuando ambas lo atacaron, las golpeó con su bastón y mató a la hembra. Inmediatamente Tiresias se convirtió en una mujer y llegó a ser una prostituta célebre; pero 7 años después acertó a ver el mismo espectáculo y en el mismo lugar, y esta vez recuperó su virilidad matando a la serpiente macho. Otros dicen que cuando Afrodita y las tres Carites, Pasítea, Calé y Eufrósine, disputaron acerca de cuál de las cuatro era más bella, Tiresias otorgó el premio a Calé; inmediatamente Afrodita lo convirtió en una anciana. Pero Calé lo llevó consigo a Creta y le regaló una hermosa cabellera. Algunos días después Hera comenzó a reprocharle a Zeus sus numerosas infidelidades. Él las defendió alegando que, en todo caso, cuando compartía el lecho con ella, ella disfrutaba muchísimo más que él.
-Las mujeres, por supuesto, gozan con el acto sexual infinitamente más que los hombres -le dijo en tono fanfarrón.
-¡Qué tontería! -replicó Hera- Sucede exactamente lo contrario y lo sabes muy bien.
Tiresias, llamado para arbitrar la disputa con su experiencia personal, declaró: "Si en diez partes divides el placer del amor, una va a los hombres y nueve a la mujer." La sonrisa triunfante de Zeus exasperó de tal modo a Hera que cegó a Tiresias, pero Zeus lo compensó con la visión interior y una vida que abarcó siete generaciones.
Tiresias se presentó en la corte de Edipo, apoyándose en el bastón de madera de cornejo que le había dado Atenea, y reveló a Edipo la voluntad de los dioses: que la peste cesaría solamente si un Hombre Sembrado moría en beneficio de la ciudad. El padre de Yocasta, Meneceo, uno de los que habían brotado de la tierra cuando Cadmo sembró los dientes de la serpiente, se arrojó inmediatamente de las murallas, y toda Tebas elogió su abnegación cívica.
Tiresias anunció luego:
-Meneceo ha obrado bien y la peste cesará. Pero los dioses tienen en consideración a otro de los Hombres Sembrados, uno de la tercera generación pues ha matado a su padre y se ha casado con su madre. ¡Sabed, reina Yocasta, que ese hombre es vuestro marido Edipo!
Al principio nadie quiso creer a Tiresias, pero pronto sus palabras quedaron confirmadas por una carta de Peribea desde Corinto. Escribía que la súbita muerte del rey Pólibo le permitía ahora revelar las circunstancias de la adopción de Edipo, y lo hacía con detalles condenatorios. Yocasta se ahorcó de vergüenza y de pena y Edipo se cegó con un alfiler que tomó de los vestidos de ella.
Según otra versión de la fábula, Layo no abandonó a Edipo en la montaña, sino que lo encerró en un arca que fue arrojada al mar desde un barco. El arca flotó a la deriva y llegó a la costa de Sición, donde Peribea, la esposa de Pólibo, estaba por casualidad en la playa vigilando a las lavanderas de la casa real. Recogió a Edipo, se retiró a un soto y simuló que sufría los dolores del parto. Como las lavanderas estaban demasiado ocupadas para observar lo que ella hacía, las engañó a todas haciéndoles creer que acababa de dar a luz a aquel niño. Pero Peribea le dijo la verdad a Pólibo, quien, como tampoco tenía hijos, tuvo la satisfacción de criar a Edipo como su hijo propio.Un día, habiéndole vituperado un joven corintio diciéndole que no se parecía lo más mínimo a sus supuestos padres, Edipo fue a preguntar al oráculo de Delfos qué era lo que le reservaba el futuro. "¡Aléjate del altar, desdichado! -le gritó la pitonisa, con repugnancia- ¡Matarás a tu padre y te casarás con tu madre!"
Como Edipo amaba a Pólibo y Peribea y no deseaba causarles un desastre, decidió inmediatamente no volver a Corinto. Pero sucedió que en el estrecho desfiladero entre Delfos y Dáulide se encontró con Layo, quien le ordenó ásperamente que saliese del camino y dejara pasar a sus superiores. Se debe explicar que Layo iba en carro y Edipo a pie. Edipo replicó que no reconocía más superiores que los dioses y sus propios padres.
-¡Tanto peor para ti! -gritó Layo, y ordenó a su cochero, Polifontes, que siguiera adelante. Una de las ruedas magulló el pie de Edipo, quien, impulsado por la ira, mató a Polifontes con la lanza. Luego derribó a Layo, quien cayó al camino enredado en las riendas, fustigó a los caballos e hizo que éstos lo arrastraran y le mataran. El rey de Platea tuvo que enterrar ambos cadáveres.
Layo se estaba dirigiendo al oráculo para preguntarle cómo podía librar a Tebas de la Esfinge. Este monstruo era hija de Tifón y Equidna o, según dicen algunos, del perro Ortro y la Quimera, y había volado a Tebas desde la parte más distante de Etiopía. Se la reconocía fácilmente por su cabeza de mujer, cuerpo de león, cola de serpiente y alas de águila. Hera había enviado recientemente a la Esfinge para castigar la ciudad de Tebas porque Layo había raptado en Pisa al niño Crisipo; habiéndose instalado en el monte Picio, cerca de la ciudad, proponía a cada viajero tebano que pasaba por allí un enigma que le habían enseñado las Tres Musas: "¿Qué ser, con sólo una voz, tiene a veces dos pies, a veces tres, a veces cuatro y es más débil cuantos más pies tiene?" A los que no podían resolver el enigma los estrangulaba y devoraba en el acto, y entre esos infortunados estaba Hemón, el sobrino de Yocasta, a quien la Esfinge hizo haimon, o "sangriento", verdaderamente.
Edipo, quien se acercaba a Tebas inmediatamente después de haber matado a Layo, adivinó la respuesta: "El hombre -contestó-, porque se arrastra a gatas cuando es niño, se mantiene firmemente en sus dos pies en la juventud, y se apoya en un bastón en la vejez." La Esfinge, mortificada, saltó desde el monte Picio y se despedazó en el valle de abajo. En vista de esto los tebanos, agradecidos, aclamaron a Edipo como rey, y se casó con Yocasta, ignorando que era su madre.
Entonces una peste invadió Tebas y cuando se consultó una vez más al oráculo de Delfos, contestó: "¡Expulsad al asesino de Layo!" Edipo, que no sabía con quién se había encontrado en el desfiladero, maldijo al asesino de Layo y lo condenó al destierro.
El ciego Tiresias, el adivino más famoso de Grecia en esa época, pidió a Edipo una audiencia. Algunos dicen que Atenea, quien lo había cegado, porque inadvertidamente la había visto bañándose, atendió a la súplica de su madre y, tomando a la serpiente Erictonio de su égida, le ordenó: "Limpia los oídos de Tiresias con tu lengua para que pueda entender el lenguaje de las aves proféticas."
Otros dicen que en una ocasión, en el monte Cilene, Tiresias había visto a dos serpientes en el acto de acoplarse. Cuando ambas lo atacaron, las golpeó con su bastón y mató a la hembra. Inmediatamente Tiresias se convirtió en una mujer y llegó a ser una prostituta célebre; pero 7 años después acertó a ver el mismo espectáculo y en el mismo lugar, y esta vez recuperó su virilidad matando a la serpiente macho. Otros dicen que cuando Afrodita y las tres Carites, Pasítea, Calé y Eufrósine, disputaron acerca de cuál de las cuatro era más bella, Tiresias otorgó el premio a Calé; inmediatamente Afrodita lo convirtió en una anciana. Pero Calé lo llevó consigo a Creta y le regaló una hermosa cabellera. Algunos días después Hera comenzó a reprocharle a Zeus sus numerosas infidelidades. Él las defendió alegando que, en todo caso, cuando compartía el lecho con ella, ella disfrutaba muchísimo más que él.
-Las mujeres, por supuesto, gozan con el acto sexual infinitamente más que los hombres -le dijo en tono fanfarrón.
-¡Qué tontería! -replicó Hera- Sucede exactamente lo contrario y lo sabes muy bien.
Tiresias, llamado para arbitrar la disputa con su experiencia personal, declaró: "Si en diez partes divides el placer del amor, una va a los hombres y nueve a la mujer." La sonrisa triunfante de Zeus exasperó de tal modo a Hera que cegó a Tiresias, pero Zeus lo compensó con la visión interior y una vida que abarcó siete generaciones.
Tiresias se presentó en la corte de Edipo, apoyándose en el bastón de madera de cornejo que le había dado Atenea, y reveló a Edipo la voluntad de los dioses: que la peste cesaría solamente si un Hombre Sembrado moría en beneficio de la ciudad. El padre de Yocasta, Meneceo, uno de los que habían brotado de la tierra cuando Cadmo sembró los dientes de la serpiente, se arrojó inmediatamente de las murallas, y toda Tebas elogió su abnegación cívica.
Tiresias anunció luego:
-Meneceo ha obrado bien y la peste cesará. Pero los dioses tienen en consideración a otro de los Hombres Sembrados, uno de la tercera generación pues ha matado a su padre y se ha casado con su madre. ¡Sabed, reina Yocasta, que ese hombre es vuestro marido Edipo!
Al principio nadie quiso creer a Tiresias, pero pronto sus palabras quedaron confirmadas por una carta de Peribea desde Corinto. Escribía que la súbita muerte del rey Pólibo le permitía ahora revelar las circunstancias de la adopción de Edipo, y lo hacía con detalles condenatorios. Yocasta se ahorcó de vergüenza y de pena y Edipo se cegó con un alfiler que tomó de los vestidos de ella.
Algunos dicen que, aunque atormentado por las Erinias, que le acusaban de haber causado la muerte de su madre, Edipo siguió reinando en Tebas durante un tiempo, hasta que murió en una batalla. Según otros, sin embargo, el hermano de Yocasta, Créonte, le expulsó, pero no antes que maldijera a Eteocles y Polinices -que eran al mismo tiempo hijos y hermanos suyos- cuando insolentemente le enviaron la parte inferior de un animal sacrificado, o sea el anca en vez del cuarto delantero que correspondía al rey. En consecuencia observaron sin derramar lágrimas cómo abandonaba la ciudad que había librado del poder de la Esfinge. Después de vagar durante muchos años de un país a otro, guiado por su fiel hija Antígona, Edipo llegó por fin a Colono en el Ática, donde las Erinias, que tienen allí un bosquecillo, lo persiguieron hasta matarlo, y Teseo enterró su cadáver en el recinto de los Solemnes de Atenas, y lo lloró al lado de Antígona.
Cuando el general romano Lucio Licinio Lúculo se divorció de su esposa Clodia, la acusó de incesto con su hermano Publio Clodio y con su hermana mayor, también llamada Clodia. Esta segunda Clodia fue famosa por ser amante del poeta Cayo Valerio Cátulo -que le dedicó muchos poemas llamándola Lesbia- y de Marco Celio Rufo. Pero Celio terminó cansandose de ella y la abandonó, tras lo cual Clodia lo acusó de intentar envenenarla. Cicerón lo defendió, y durante el juicio se dedicó a atacar irónicamente a Clodia usando sus supuestas relaciones incestuosas con su hermano.
El caso de Agripinila, que mencioné en el texto sobre el emperador Nerón, fue paradigmático: se acostó con su hermano Calígula, su tío Claudio y su hijo Nerón (en el primer caso, por pura lujuria, en los otros dos por motivos políticos). No obstante, no era la única incestuosa de su familia; sus hermanas Julia y Drusila eran también amantes de Calígula. Drusila era su preferida, y cuando murió, la hizo adorar como diosa con el nombre de Pantea.
El emperador Commodo (el villano de la horrible película Gladiador) tenía relaciones incestuosas con su hermana Lucila, lo que no impidió que la mandase asesinar cuando trató de derrocarlo para poner en el trono a su marido.
El emperador Antonino Caracalla, al parecer, cometió incesto con su madre, Julia Domna (imagen), tras entrar a su dormitorio y encontrarla semidesnuda por accidente. Tras su muerte, el hijo de su prima hermana Julia Soemias, Heliogábalo, reclamó el trono y afirmó ser hijo de la unión incestuosa de su madre con Caracalla.
El emperador Antonino Caracalla, al parecer, cometió incesto con su madre, Julia Domna (imagen), tras entrar a su dormitorio y encontrarla semidesnuda por accidente. Tras su muerte, el hijo de su prima hermana Julia Soemias, Heliogábalo, reclamó el trono y afirmó ser hijo de la unión incestuosa de su madre con Caracalla.
Desde la Edad Media, las dinastías europeas se han casado entre sí continuamente. Por supuesto, no llegaron a los extremos de los pueblos antiguos (no permitían uniones entre tíos y sobrinos, hermanos y hermanas ni padres e hijos), pero organizaron muchísimos enlaces entre primos. De vez en cuando, algunos matrimonios con plebeyas -como el del rey Eduardo IV de Inglaterra (imagen) con Isabel Woodville, del cual descendían, entre otros, el rey Enrique VIII y la reina Isabel I- o algún adulterio de las reinas y princesas "limpiaba" la sangre real. Pero en general puede decirse que las uniones entre primos fueron la regla, al menos, hasta el siglo XX, cuando los nobles europeos eligieron cada vez más casarse con plebeyos (en ese sentido, el matrimonio de Rainero de Mónaco con la actriz estadounidense Grace Kelly fue signo de los nuevos tiempos). Ahora, los príncipes y princesas salen de su casa para buscar pareja.
El incesto estuvo muy presente en la familia del gran monstruo del siglo XX, Aldolf Hitler. Su padre Alois y su madre Klara eran, según algunas versiones, primos en segundo grado, y según otras, tío y sobrina. Años más tarde, Hitler repitió la historia de sus padres con su sobrina Geli Raubal, la hija de su hermanastra Angela. Fueron amantes hasta que Geli se suicidó en 1931, a los 23 años, tras lo cual Hitler la reemplazó con Eva Braun, entonces de 19 años.
5 comentarios:
Sin duda el incesto ha sido una variable constante en muchas civilizaciones para que no se mezclaran sangres y cosas por el estilo. Lo que no sabían es que precisamente por mezclar sangre hay más posibilidad de retrasos mentales en el nacido.
El incesto de los poderosos no sólo se circunscribe a el viejo continente y al arco mediterráneo sino que también hubo en el Imperio Inca y en las monarquías hawaianas. La verdad es que no he encontrado datos feacientes sobre lo ocurrido en las dinastías musulmanas, chinas, japonesas... pero no me extrañaría.
Uno de los casos de incesto que siempre más me han interesado a sido el de Isabel II de España, no por la gravedad de este(era con su primo) sino por la comedia en que se convirtió ese matrimonio por las supuestas inclinaciones sexuales de D. Francisco de Asís que así se llamaba aunque el pueblo español lo conocía como Paquita. Isabel II se cuenta que no se quería casar con él y cuando le dijeron que iba a estar obligada deijo: "Yo con Paquita, no me caso". Se decía que la reina tenía mucho desparpajo y que tenía mucha gracia. Se contaba también que la propia reina dijo que su marido había llevado más encajes que ella en la noche de bodas. El matrimonio, por supuesto, acabó mal. Él ni le acompañó en su exilio parisino. Muchos dicen que Alfonso XII era hijo en realidad del general Serrano y que si tuvo alguno con "Paquita" no salió muy vigoroso que digamos...
Un saludo. Un texto genial, como siempre.
¿Hitler "incestuoso"? Ja, ja, ja, ja. Malditos judíos y sionistas, ya no saben qué inventarle al último AVATAR.
FELICIDADES!REALMENTE SON GENIALES LOS TEXTOS , CONCISOS ,DIDACTICOS Y DE GENEROSO VALOR A NUESTRA CULTURA.
JUAN C
Frank, es un error infalible, decir que el retraso mental es uno de los resultados de la relaciones incestuosas. Documentate mas al respecto .. te lo dice profesional del area de la salud y de la ciencia.
El matrimonio entre tíos y sobrinos era tan común como entre primos en las familias reales. Felipe II se casó con Ana de Austria, hija de su hermana María y del primo de ambos, el emperador Maximiliano II. Felipe IV se casó con Mariana de Austria, hija de su hermana Maria Ana. Por poner dos ejemplos.
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