El avión negro fue escrita por Roberto Cossa, Germán Rozenmacher, Carlos Somigliana y Ricardo Talesnik en 1970, en los últimos años de la proscripción del peronismo. La obra cuenta un hipotético retorno de Juan Perón a la Argentina (algo que eventualmente sucedió en 1973).
(Ambiente de clase media alta. El Señor y la Señora están sentados para desayunar; el Señor pasa las páginas del diario)
Señor: El diario no dice nada...
Señora: Habrá empezado hoy. Poné la radio.
Señor: De golpe va a empezar... Estas cosas no empiezan así. (Termina de hojear el diario, y vuelve a la primera página) Acá no dice una sola palabra.
Señora: ¡Pero yo los vi! ¿Qué me importa lo que dice el diario? Iban gritando como locos. Todos los que estábamos en el mercado los vimos.
Señor: Yo no digo que vos mientas. Pero me parece que le das mucha importancia. Por unos cuantos locos que gritan...
Señora: ¿Unos cuántos? Eran como cinco mil.
Señor: ¡Cinco mil! Cada vez son más. Cuando viniste de la calle dijiste que eran tres mil. Ahora son cinco. Oíme, dame el café y dejate de pavadas.
Señora: No sé... A mí me parecieron cinco mil. Y cantaban y se reían. ¿Eso no te dice nada?
Señor: Oíme, eso no es cosa mía, sino de la policía y del gobierno. Lo que quiero decirte es que no hay que alarmarse. Y ya se me está haciendo tarde. Decile a Emilia que me sirva el café.
Señora: ¿Vas a salir? ¿Con los líos que hay?
Señor: ¿Qué estás diciendo? Tengo que ir a trabajar (La mira) ¿Qué te agarró? (Se levanta molesto; hacia afuera) Emilia, ¿me sirve el café?
Señora: (Luego de un silencio) El chico del mercado se fue con ellos.
Señor: ¿Qué?
Señora: El chico del mercado. El que siempre trae las cosas acá. Cuando los vio pasar, tiró la canasta y se fue con la manifestación.
Señor: Pero... ¿Y eso qué?
Señora: ¿No te das cuenta? Era un chico tranquilo, educado.
Señor: Oíme, eso es cosa de él.
Señora: Parece que no entendés. Según contaron, de una obra en construcción se fueron todos. ¡Iba un cartero con la bolsa y tiraba las cartas al aire!
Señor: ¡Y eso a mí qué me importa! Yo tengo mi trabajo. (Entra la Sirvienta con el café) Y no voy a preocuparme porque cuatro negros de mierda decidieron no trabajar. O porque un cartero se volvió loco. (La Sirvienta sale) Además, querida, si en este país, cada vez que...
(Suena el teléfono, y la Señora va a atender)
Señora: Hola... Sí, mamá... ¡Por tu casa también! (Señas al marido con gran excitación) ¿Cuántos? ¡Diez mil...! Por acá igual... ¡Sí, también...! El chico del mercado, el morochito, se fue con ellos. (Gesto de horror) ¡Por lo de Chacha también! ¡Pobre Chacha, ella que es tan delicada!... Oíme, mamá, por favor no salgas... ¡Para nada! No salgas ni le abras la puerta a nadie. Te llamo. Chau. (Cuelga) ¡Dios mío! ¿Oíste?
Señor: (Comenzando a admitirlo) Por lo de tu madre también...
Señora: ¡Diez mil! Y por lo de Chacha. Están en todos lados.
Señor: Entonces, la cosa es seria... Decíme, ¿cómo era lo que cantaban?
Señora: Te dije que iban a Plaza Mayo a escucharlo otra vez... y que se iban a lavar las patas en la fuente... (Gesto de asco) ¡Qué se yo! ¡Yo no sé nada de política!
Señor: Pero, entonces... Si éstos salieron, es porque... ¿Iban alegres, me dijiste?
Señora: ¡Enloquecidos! No sabés la tristeza que me dio cuando los vi tan alegres.
Señor: Debían saber algo... Estos no salen así porque sí... ¿A escucharlo otra vez, decías?
Señora: ¡Pero sí! Ah, y además... Que mañana trabaje el patrón.
Señor: ¿Eso? ¿Eso cantaban?
Señora: ¡Yo lo escuché! Te lo dije cuando volví del mercado.
Señor: Eso es grave... No se atreverían a decirlo si no... (Pausa larga, tensa) ¿Habrá vuelto?
Señora: (Lanza grito ahogado, mano a la garganta) Querés decir que él en persona... Lo dirían...
Señor: O estará por volver... Puede ser una maniobra. Juntar la gente primero... Como hicieron aquella vez.
Señora: (Recordando la canción) “El nuevo 17...”
Señor: ¿Qué?
Señora: Eso cantaban... Vamos a hacer un nuevo 17...
Señor: ¿Estás segura?
Señora: ¡Por Dios! ¿Te crees que soy sorda?
Señor: Ahí está la cosa... El nuevo 17. Es eso. (Mira a la mujer) Volvió.
Señora: ¿Cómo volvió?
Señor: (Lloroso) Volvió.
Señora: Pero así... de golpe.
Señor: (Sigue lloroso) Y si... Ya me parecía que iba a volver. (Se seca las lágrimas) Desde que se fue que lo supe.
(Pausa larga)
Señora: ¿Y ahora? ¿Qué va a pasar?
Señor: Va a ser como antes. (Mientras el hombre habla, la mujer comienza a cerrar puertas y ventanas) Los colectivos atestados... El mal olor... El diario Época... Esos titulares grandes...
Señora: Está haciendo frío.
Señor: Los tipos con bigotito en los ministerios... Los sainetes en el Colón... Las camisas... Los retratos... (Entra Emilia y su presencia los sobrecoge)
Emilia: (Con naturalidad) ¿Retiro el café, señora?
Señora: Eh... Sí, sí... (Emilia saca una parte del servicio y sale. El matrimonio se mira un instante) Esta se cree más que una.
Señor: Dejá, no le digas nada.
Señora: ¿Pero te crees que puedo aguantar que me mire así?
Señor: Qué vas a hacerle... Si le decís algo, se va a trabajar a una fábrica. Ahora ganan más de obreras. (Bajando la voz) Además, no conviene tenerla en contra. Puede decir por ahí que nosotros no somos... Tendríamos un lío. Hacé un esfuerzo, ¿eh? No te olvides que está por salir la licitación del Ministerio. (Entra Emilia. Señor excesivamente amable) Adelante, Emilia (Emilia comienza a colocar las cosas sobre una bandeja. El Señor le hace un gesto a la Señora)
Señora: Déjeme que la ayude, querida.
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