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lunes, 19 de marzo de 2007

Sísifo, el hombre que no quería morir

Sísifo era hijo de Eolo, rey de Tesalia (el abuelo de aquel Eolo de quien hablé en una entrada anterior). Se casó con Mérope, una de las hijas del titán Atlas conocidas como las Pléyades, con quien tuvo tres hijos. Junto a su familia, se estableció en el istmo de Corinto, donde se convirtió en el principal terrateniente, poseyendo miles de cabezas de ganado.
La astucia de Sísifo era célebre, así como la de uno de sus vecinos, Autólico. Autólico era hijo del dios Hermes y había recibido de su padre el poder de metamorfosear a los animales. De esta forma, podía robar cualquier vaca u oveja y cambiarle el color o el tamaño y así poder decir que le pertenecía. Y viviendo tan cerca de los enormes rebaños de Sísifo, fue inevitable que se sintiera tentado a arrebatarle animales por la noche. Sísifo, al ver que cada mañana descubría menos animales, decidió marcarles una “S” en el interior de los cascos, donde nadie podía verlos. Así, al día siguiente, pudo seguir las huellas de los animales robados hasta el establo de Autólico y comprobar que efectivamente él era el ladrón.
Para vengarse de Autólico, Sísifo hizo algo muy original: sedujo a su hija Anticlea, esposa de Laertes, rey de Ítaca. Anticlea quedó embarazada, pero fingió que el bebé era hijo de Laertes. Ese hijo suyo no era otro que Odiseo, que heredó la astucia de su abuelo y de su padre natural.
Cuando murió Eolo, su hijo Salmoneo usurpó el trono de Tesalia. Sísifo, el heredero legítimo, consultó con el oráculo de Delfos, que le dijo: “Engendra hijos con tu sobrina; ellos te vengarán.” Sísifo entonces sedujo a la hija de Salmoneo, Tiro, quien al descubrir por casualidad que lo que lo movía no era el amor por ella, sino el odio a su padre, mató a los dos hijos que le había dado. Sísifo mostró los cadáveres a las autoridades tesalias, acusó falsamente a Salmoneo de incesto y asesinato e hizo que lo desterraran del país.
Zeus se había enamorado de Egina, la hija del dios fluvial Asopo, y la raptó para poder hacerla suya. Asopo fue a pedirle ayuda a Sísifo, y él accedió a decirle dónde estaban Zeus y Egina a cambio de que el dios hiciera brotar un manantial en la ciudadela de Corinto, para poder abastecerse de agua en caso de un asedio. Asopo hizo lo que le pedía y Sísifo le contó lo que sabía. Asopo entonces fue furioso en busca de Zeus, que debió transformarse en una roca para evitar ser lastimado.
Enfadado con Sísifo, Zeus ordenó que su hermano Hades lo llevara al Infierno. Hades lo fue a buscar a su casa y le ordenó que se pusiera unos grilletes, pero Sísifo astutamente le pidió que primero se los pusiera él para ver cómo funcionaban. Hades cayó en la trampa y se convirtió en prisionero de Sísifo. Durante el tiempo en que el dios de la muerte estuvo en cautiverio, ningún ser humano murió, ni siquiera los que habían sido decapitados o descuartizados. La situación se normalizó cuando Ares, el dios de la guerra, a quien la ausencia de Hades causaba infinitos problemas, fue a casa de Sísifo y lo liberó.
Pero Sísifo tenía otro truco bajo la manga. Antes de ir al Infierno, le ordenó a Mérope que no enterrara su cuerpo. Al llegar al reino de Hades le pidió a su esposa Perséfone que le permitiera regresar durante tres días al mundo de los vivos para hacer que le dieran las honras fúnebres a su cadáver. Perséfone accedió y Sísifo pudo escapar del Infierno. Finalmente hubo que llamar al dios Hermes para que lo trajera de vuelta al Inframundo.
A causa de sus crímenes y de sus engaños, Sísifo fue condenado a subir una roca idéntica a aquella en la que Zeus se había transformado para esconderse de Asopo a la cima de una colina. Pero la roca, embrujada por los dioses, siempre se cae justo antes de que Sísifo llegue a la cima, obligándolo a bajar y a volver a empujarla cuesta arriba.
En cuanto a Mérope, avergonzada por el hecho de que su esposo hubiera terminado en el Infierno, abandonó para siempre la compañía de sus hermanas. De esa forma, los griegos explicaron la desaparición de una de las Pléyades a comienzos de la época clásica.

2 comentarios:

Sr. Sotomonte dijo...

Otra prueba más de que el sentido de la justicia nunca ha sido el mismo en todas las culturas. De todas formas, Martín, la auténtica causa de la condena de Sísifo siempre ha sido motivo de controversia. ¿Símbolo de la vana obsesión, del trabajo laborioso? Quién sabe...
Recuerdo un de mis primeros contactos con los mitos griegos, la serie Ulises XXXI, en la que había un episodio dedicado a este mito. La música que la acompañaba se funde con la de otra escena de otra película, Conan el Bárbaro, en la que el héroe empuja una rueda como de molino, atado a grilletes, sin ningún descanso.

Martín dijo...

Es la segunda vez que me mencionan esa serie de TV. ¿Podrías decirme de qué se trataba y cuál era su formato? Gracias.