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sábado, 23 de junio de 2007

Dédalo, el inventor

Dédalo era un príncipe de la casa real de Atenas a quién la mismísima diosa Atenea le había enseñado el arte de la herrería. Fue considerado como el mejor herrero de Grecia hasta que uno de sus aprendices, su sobrino Talos, de sólo 12 años, lo superó inventando la sierra, el compás y la rueda de alfarero. Dédalo decidió matarlo, en parte por celos y en parte, según algunas versiones, por sospechar que el chico mantenía relaciones incestuosas con su madre Policaste, hermana de Dédalo. Éste lo llevó al techo del templo de Atenea, en la Acrópolis, con el pretexto se señalarle algunas vistas lejanas, y lo mató empujándolo a la tierra. Luego bajó y colocó el cadáver de su sobrino en un saco con el propósito de enterrarlo en secreto. No obstante, las manchas de sangre pronto lo delataron. Fue juzgado y desterrado por el gobierno ateniense. Policaste se suicidó.
Dédalo se refugió primero en uno de los demos del Ática y luego en la ciudad de Cnosos, capital de Creta. Los reyes de la isla, Minos y Pasifae, lo recibieron hospitalariamente, más que nada por el talento de Dédalo.[1] El inventor vivió en paz en Creta durante varios años, y tuvo un hijo llamado Ícaro con Náucrate, una esclava del palacio del rey.
Las cosas cambiaron cuando aparentemente, Dédalo ayudó a Pasifae a unirse sexualmente con un toro blanco consagrado a Poseidón, de quién la reina cretense se había enamorado. Si no me equivoco, Dédalo inventó un armatoste similar a una vaca, donde Pasifae se colocó de tal manera que, cuando el toro lo penetró… Pero creo que ya imaginan como sigue. La relación zoofílica entre la reina y el toro hubiera sido un secreto de no ser porque Pasifae quedó embarazada y dio a luz un hijo monstruoso, con cuerpo de ser humano y cabeza de toro, conocido como el Minotauro. Minos, por algún motivo, no quiso matar a la criatura ni a su esposa infiel, sino que le pidió a Dédalo que construyese un edificio en donde el monstruo pudiera ser encerrado. Entonces Dédalo le construyó el famoso Laberinto, en el que el Minotauro viviría hasta morir a manos de Teseo.
Luego, de alguna manera, Minos se enteró del rol que había jugado Dédalo en los amores de Pasifae y el toro, y lo encarceló junto con Ícaro, probablemente con la intención de ejecutarlo. Pasifae los ayudó a escapar, pero Minos tenía tan bien vigiladas las costas de Creta que padre e hijo sabían que sería imposible huir de la isla por mar. Entonces Dédalo hizo un par de alas para él y otro para Ícaro; estaban hechas con plumas de ave atadas con hilos y otras menores pegadas con cera. Dédalo advirtió a su hijo que no volase demasiado alto, pues el sol podría fundir la cera, ni demasiado bajo, pues el agua del mar podría humedecer las plumas.
Ícaro obedeció a su padre por unas horas, pero al final decidió volar más alto y remontarse hacia el sol, orgulloso de la altura a la que lo llevaban sus grandes alas. Poco después Dédalo miró hacia atrás y ya no pudo ver a Ícaro, pero vio abajo las plumas de sus alas que flotaban en el agua. El calor del sol había derretido la cera e Ícaro había caído al mar y se había ahogado. Dédalo describió círculos alrededor del lugar hasta que el cadáver salió a la superficie, y luego lo llevó una isla cercana donde lo enterró; más tarde la isla fue llamada Icaria. Se dice que el alma de Policaste apareció frente a su hermano Dédalo en forma de perdiz, se posó en una encina y lo observó enterrar a Ícaro, cotorreando de placer.
Pero algunos que no creen en esta fábula dicen que Dédalo huyó de Creta en un barco que le proporcionó Pasifae, y que en su viaje a Sicilia estaban a punto de desembarcar en una islita cuando Ícaro cayó al mar y se ahogó. Añaden que fue Hércules quien enterró a Ícaro, y que en agradecimiento Dédalo le hizo en Pisa una estatua que parecía tan natural que Hércules la tomó por un rival y la derribó con una piedra. Otros dicen que Dédalo inventó velas, y no alas, como un medio de dejar atrás a las galeras de Minos, y que Ícaro, que timoneaba descuidadamente, se ahogó al zozobrar su barco.
Dédalo voló hacia Cumas, cerca de Nápoles, donde dedicó sus alas al dios Apolo y le erigió un templo con techo de oro. Luego hizo una visita a la ciudad de Cámico, en Sicilia, donde le recibió hospitalariamente el rey Cócalo, y vivió con los sicilianos disfrutando de una gran fama y erigiendo muchos edificios magníficos.
No obstante, Minos, que no se resignaba a la pérdida de Dédalo, reunió una flota enorme y salió en su busca. Mediante una compleja estratagema, logró descubrir la ubicación del inventor y exigió al rey Cócalo su entrega. Cócalo se mostró dispuesto a obedecer, pues en aquel entonces Creta era la mayor potencia militar del Mediterráneo. No obstante, las hijas de Cócalo no querían enviar a Dédalo a la muerte a manos de Minos, pues el inventor les había fabricado muchos bellos juguetes, y con su ayuda tramaron un plan. Dédalo pasó un caño a través del techo de los baños del palacio de Cócalo, donde Minos se hospedaba. Cuando el rey cretense se fue a bañar, Dédalo y las chicas vertieron agua o aceite hirviendo a través de dicho caño, causándole a Minos quemaduras mortales.
Cócalo, quien posiblemente estuvo al tanto del complot de sus hijas, entregó el cadáver a los marinos cretenses afirmando que Minos había tropezado con una alfombra y había caído en una caldera de agua hirviente. El rey de Creta fue sepultado con gran pompa en el templo de Afrodita en Cámico -donde permaneció hasta que Terón, tirano de Acragas, envió sus restos a Creta, en el siglo V a. C.-, y Zeus lo designó juez de los muertos en el reino de Hades.
Tras el entierro de Minos, los integrantes de la flota cretense cayeron en un desorden completo y fueron presa fácil de los sicilianos. Algunos escaparon y otros debieron quedarse en la isla, donde edificaron las ciudades de Minoa, Hiria y Engio. En cuanto a Dédalo, abandonó Sicilia para unirse a Yolao, el sobrino, auriga y posible amante de Hércules, quién se había establecido con varios colonos griegos en la isla de Cerdeña.

[1] En la actualidad, muchos historiadores y mitógrafos consideran que “Minos” y “Pasifae” no eran nombres propios, sino títulos que adoptaban todos los reyes y reinas de Creta.

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