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martes, 19 de junio de 2007

Fragmento de una entrevista a Robert Graves

Por pura casualidad, me topé con una entrevista realizada a mi autor fetiche, Robert Graves, en 1981, unos 4 años antes de su fallecimiento en Mallorca. Y decidí seleccionar un fragmento, en el que el autor (que siempre, hasta en su epitafio, se autodefinió como poeta más que como novelista) habla -creo que con un poco de resignación- de sus novelas más conocidas, Yo, Claudio y Claudio, el dios.

-¿Cuánto tiempo le llevó escribir Yo, Claudio?
-Yo, Claudio y Claudio, el dios me llevaron 8 meses... Necesitaba terminar pronto el trabajo porque tenía una deuda de 4.000 libras. Me aproximé tanto al personaje que me acusaron de haber hecho investigaciones que nunca realicé.
-¿Dictó usted la obra?
-No. Tengo una mecanógrafa pero no dicté. Si usted emplea sólo las fuentes principales, y conoce el período, un libro se escribe solo.
-¿Cuántas horas al día le tomó el trabajo?
-No lo sé. Deben haber sido siete u ocho. La historia llegó a tener 250.000 palabras. Había hipotecado la casa y quería perderla.
-¿Por qué eligió la novela histórica?
-Bien, por aquello que anoté en mi diario uno o dos años antes: que los historiadores romanos -Tácito, Suetonio y Dión Casio, pero sobre todo Tácito- habían tratado obviamente mal a Claudio, y que algún día yo tendría que escribir un libro acerca de él. Si no lo hubiera hecho, no estaría usted bebiendo en esta casa.
-¿Qué tenía usted en mente al terminar
Claudio el dios? Hay un cambio distintivo en Claudio. Uno se pregunta qué ganaba usted como novelista.
-Yo no creía estar escribiendo una novela. Trataba de encontrar la verdad acerca de Claudio. Y había cierta confluencia entre Claudio y yo mismo. Descubrí que yo era capaz de saber muchas cosas que sucedieron sin tener bases, excepto que yo sabía que eso era cierto. Es cuestión de reconstruir una personalidad.
-No existen muchas fuentes directas, aunque él escribió copiosamente.
-Está su discurso a los Edonios, su carta a los alejandrinos y varios registros de lo que dijo en Suetonio y otras partes. Ahora sabemos exactamente qué enfermedad padecía: la enfermedad de Little. Todo el cuadro es tan sólido que uno siente conocerlo en persona, si simpatiza con él. Pobre hombre -sólo ahora, al fin, la gente comienza a olvidar esa mala imagen que le dieron los historiadores de su tiempo. Ahora es considerado uno de los pocos buenos emperadores entre Julio César y Vespasiano.
-Al final, no obstante, se decepcionó.
-Vio que no podía hacer nada. Tuvo que rendirse.
-Se desintegró y casi se convirtió en otro Calígula o Tiberio.
-Bueno, veamos: Calígula nació malo. Tiberio fue un hombre maravilloso, pero lo presionaron demasiado y él previno al Senado de lo que iba a suceder. Previó un severo quebrantamiento psicológico. Si uno siempre ha sido extremadamente limpio -siempre se ha lavado los dientes y hecho la cama- y llega a un punto intolerable de estrés, uno se quebranta y desarrolla lo que se conoce como comportamiento paradójico: desarregla la cama, hace las peores cosas. Tiberio fue notable por su castidad y sus virtudes viriles, hasta que se vino abajo. Ahora siento la mayor simpatía posible por Tiberio.

La entrevista completa puede leerse en este link.

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